En ocasiones resulta un hallazgo casual como consecuencia de un análisis rutinario, detectando, en una persona sin síntomas evidentes todavía, la presencia de sangre y proteínas en la orina o aumento de urea y creatinina en sangre como consecuencia de la alteración de la capacidad de filtrado de los riñones.
El médico, mediante la historia clínica y la exploración física, valorará los signos y síntomas que puedan estar relacionados con esta enfermedad y le hará las pruebas necesarias para su diagnóstico completo.
Cuando una persona se encuentre entre los grupos de riesgo de desarrollar una ERC, es importante que se someta, periódicamente, a análisis de sangre y orina que permitan detectar la enfermedad con prontitud.
Deben realizar controles periódicos las personas que estén incluidas en alguno de los siguientes grupos:
- Las personas que padecen HTA.
- Las personas que padecen diabetes
- Las personas que toman regularmente fármacos nefrotóxicos
- Las personas con enfermedades cardiovasculares
- Las personas con alguna enfermedad renal infecciones renales repetidas o con cólicos nefríticos más o menos
numerosos
- Las personas con antecedentes familiares de ERC o con enfermedades renales hereditarias.
- Las personas con enfermedades autoinmunes sistémicas.
- Las personas en las que se haya detectado, en algún examen previo, la presencia de sangre en la orina
(hematuria) o de proteínas en la orina (proteinuria), sin que respondieran a un diagnóstico claro.
Existen pruebas específicas de la función renal que el médico solicitará, en caso de que procedan:
Cuando se ha detectado una alteración de la función renal es necesario realizar pruebas más específicas que den idea exacta del grado de afectación renal. Por ejemplo puede medirse la tasa de filtrado glomerular (TFG) (aclaramiento de creatinina). que sirve para conocer el volumen de desechos de la sangre que son capaces de filtrar los riñones de una persona por unidad de tiempo.
En condiciones normales una persona es capaz de filtrar más de 90ml por minuto. Para valorar esta tasa de forma indirecta o estimada se utiliza la medición de los niveles en sangre de un producto de desecho denominado creatinina plasmática. Los valores obtenidos se ajustan en función de la edad y sexo de cada persona y dan una idea muy aproximada del grado de afectación renal o del grado de insuficiencia renal que padece una persona.
La monitorización periódica de la creatinina sanguínea suele ser suficiente para hacer un seguimiento periódico del filtrado glomerular y, por tanto, de la evolución de la insuficiencia renal.
La ERC se clasifica en diferentes grados en función del grado de afectación renal que se va a medir, precisamente a través de la tasa estimada de filtrado glomerular, y son el estadio 1, 2, 3, 4 y 5 según que el grado de pérdida de función renal sea mínimo (estadio 1) o máximo (estadio 5), pero para clasificar la función renal con exactitud es preciso repetir las pruebas en un intervalo de semanas y comprobar si los resultados se mantienen, puesto que hay enfermedades agudas o subagudas que pueden modificar las cifras de funcionamiento renal sin que llegue a establecerse una ERC.
Clasificación de los diferentes estadios según el grado de reducción del filtrado glomerular, desde el estadio 3 al 5 se denomina insuficiencia renal.
Otras pruebas: cuando se sospecha la existencia de lesiones renales establecidas pueden pedirse imágenes radiológicas o ecográficas de los riñones para determinar la morfología y el grado de las lesiones. En algunos casos puede ser necesario realizar urografía intravenosa con contraste, TAC o resonancia magnética.
A partir del diagnóstico debe hacerse un seguimiento periódico de la función renal para evitar que progrese hacia una insuficiencia renal grave y, en caso necesario, además de las medidas relacionadas con los estilos de vida, podría ser necesario seguir un tratamiento farmacológico.
El diagnóstico temprano de la ERC, la adopción de medidas higiénico dietéticas y el tratamiento médico pueden evitar la progresión de la ERC; para ello resulta indispensable el compromiso del propio paciente, que debe saber de que el sedentarismo afecta negativamente a su enfermedad y que determinados productos, especialmente la sal, deben ser prácticamente eliminados de su dieta, pues contribuirán a empeorar su estado porque aumenta la tensión arterial y porque al retener más líquidos fuerza el trabajo de los riñones.
Al evitar que la ERC progrese, se reducen los riesgos de complicaciones por la insuficiencia renal y la hipertensión arterial, así como de retrasar o evitar la diálisis.
Como ocurre en otras enfermedades el objetivo es intentar detener la ERC en una fase lo más precozmente posible y evitar que evolucione hacia una insuficiencia renal establecida. El tratamiento en fases previas evita complicaciones, tratamiento con diálisis y, en general, aumenta la esperanza y calidad de vida. Por ello, la identificación, tratamiento y control adecuado de personas con HTA y con diabetes es fundamental para mantener la función renal.
Las personas afectadas por una ERC y sus familiares deben conocer su enfermedad e implicarse en controlar la situación. En estos casos es indispensable que dispongan de buena información y que conozcan qué medidas deben adoptar para mantener el control de la enfermedad, además de facilitar las revisiones periódicas por el nivel asistencial que se considere el más adecuado en cada caso.
En las primeras fases será conveniente adoptar estilos de vida dirigidos al control de la tensión arterial y a controlar los niveles de colesterol en sangre, para lo que, según los resultados que se obtengan, el médico pueda valorar la necesidad de tratamiento farmacológico. De esta forma se puede evitar el avance de la enfermedad y los riesgos que conlleva llegar a una insuficiencia renal establecida. En fases avanzadas e irreversibles de insuficiencia renal el tratamiento será la diálisis en sus diferentes formas, y cuando sea posible, el trasplante renal.
De cualquier manera el tratamiento de la ERC debe personalizarse y el paciente dispondrá del seguimiento que se establezca. Puede ser oportuno definir su plan de atención, en función del grado de afectación renal, la atención sanitaria dependerá del médico de familia o de un nefrólogo.
Cuando se produce una ERC significa que los riñones han perdido una parte importante de su funcionalidad, sin embargo en un reducido porcentaje de personas la enfermedad evolucionará a una fase de insuficiencia renal crónica establecida.
Si la ERC no progresa hasta las últimas fases - los estadios 3 y sobre todo 4 y 5-, la calidad de vida del paciente podrá ser, prácticamente, normal.
Modificar el estilo de vida, seguir las indicaciones y los tratamientos médicos y controlar los factores de riesgo evitará que se produzca una progresión de la enfermedad. Pero resulta indispensable la implicación del paciente y de su familia, conocer bien los alimentos que hay que controlar, los que debe limitar e incluso los que debe eliminar. Es posible que le pongan un régimen de alimentación indicativo que deberá seguir.
Asimismo es importante controlar el peso - cuando sea necesario el médico le indicará si tiene que perder peso-, evitar el tabaco, mantener las cifras tensionales, las cifras de azúcar en sangre y las cifras de colesterol en parámetros normales.
Las pautas de actividad física periódica tienen que mantenerse.
Si un estilo de vida saludable previene que se produzcan determinadas enfermedades, en este caso, cuando se ha diagnosticado una ERC, la constancia e implicación del paciente puede evitar que la enfermedad progrese o se agrave de forma rápida. .
Si le han diagnosticado de ERC acuda a las revisiones y realícese los análisis que le indique su médico, siga el tratamiento que haya establecido, póngase las vacunas que le indique, y sea Vd. mediante la práctica del autocuidado, el principal interesado en ocuparse de que se mantenga su salud.
http://www.saludcastillayleon.es/AulaPacientes/es/guias-aula/enfermedad-renal-cronica